En esta fase, cuando ya no somos niños sino adolescentes, pasamos por un montón de cambios.

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Ahora nos damos cuenta de quiénes somos y empezamos a imaginar cómo queremos ser en el futuro. También tratamos de encontrar nuestro lugar en la sociedad, qué queremos hacer con nuestras vidas y cómo queremos ser como personas.

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Además, en esta etapa, también tenemos que lidiar con lo que es "apropiado" para nuestra edad y lo que no lo es. Queremos ser más independientes, pero también debemos equilibrar las expectativas que tenemos de nosotros mismos con las que la gente a nuestro alrededor tiene para nosotros.

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Resolver todos estos problemas es súper importante porque nos ayuda a construir una base fuerte y saludable para cuando seamos adultos y para lograrlo, tenemos que enfrentar tres desafíos:

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1. Elegir qué queremos hacer en el futuro, como una carrera u ocupación.

2. Definir nuestros valores, lo que es realmente importante para nosotros.

3. Entender y sentirnos bien.

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Cuando logramos superar esta etapa con éxito, nos sentimos más seguros de quienes somos y de a dónde pertenecemos en el mundo. Es como un logro genial que nos ayuda a crecer y convertirnos en personas increíbles.